Que tal compañeros de viaje, en esta ocasión tengo la necesidad de contarles cosas muy íntimas de las que procuro no hablar.

Me queda claro que, mucha gente considera que “nosotras” independientemente de nuestra educación y crianza somos devoradoras peligrosas, adiestradas proveedoras de un placer que a menudo no sentimos. Fingidoras insensibles profesionales, entrenadas para soportar más allá de lo que cualquiera se imagina. Mente y cuerpo atentos a cualquier detalle físico para ser explotado al máximo con el mínimo.

Y casi siempre, les queda en un rincón la duda existencial de que si realmente lo disfrutamos y hasta que punto se logró esa conexión real con nosotras como persona. Ese, es el gran secreto que guardamos al cruzar la puerta al momento de irnos. Allende del mar de nuestras actividades cotidianas y de nuestros ánimos fingidos, también guardamos una esencia humana en la que coincidimos invariablemente al menos un instante en paralelo con quien nos llama y compartimos un momento efímero, que puede llegar a ser tan placentero como directamente proporcional es, a la disposición que ambas partes que actúan impriman.

La réplica es muy simple y es notable en el 100% de los casos, yo creo que uno sabe y siente, cuando nuestro compañero verdaderamente lo disfrutó o solamente fue una escena más en el teatro. No se necesita tener el don de la adivinación, o saber que se posee una potencia sexual fuera de serie para determinar cuando las cosas han salido extraordinariamente bien y quedamos con ojos desorbitados.

Si alguien al final de un evento tiene estas dudas, lo único que tendría que hacer para resolverlo es “mirar el hecho como tal y no en uno mismo” como aquel que aprecia una película donde participan otros.

Con eso sería suficiente para despejar la duda de los $64,000.00

¡Gracias solecito! :love:
Besos, Afrodita