Cuando Jossi entró al cuarto, nos besamos con la familiaridad de amantes conocidos. Nunca antes nos habíamos visto, pero ella tiene un talento especial para construir atmósferas de intimidad y buena vibra.

Charlamos brevemente e iniciamos la acción, acompañados en el fondo con un álbum de Dido que ella traía en su Ipod.

La música marcó el ritmo de un encuentro a ratos intenso y en otros pausado. Fue un placer recorrer a conciencia y explorar meticulosamente con mis manos y mi boca, su cuello, su nuca, la parte interna de su codo, la carnosidad de sus labios --particularmente sabios en el arte de los besos y hábiles para la felación--, soportar estoico (¡ja, ja! ¡Eres todo un mártir Sam Bigotes!) las embestidas de sus pechos, lamer su ombligo, juguetear con sus nalgas, saborear su sexo, descubrir un pequeño tatuaje en su tobillo y repetir en sentido inverso el recorrido. Fue un placer aún mayor, recibir en reciprocidad el mismo tratamiento y penetrarla en distintas posiciones, alcanzado en ocasiones a mirarnos de reojo en el espejo. Excusando mi francés: fue un gozo coger y ser cogido.

Platicamos amena y largamente mientras yo cené; nos bañamos juntos y para cuando finalmente nos despedimos, el tiempo pactado ya se había excedido por un buen rato. Todo fue sin prisas y ella nunca se preocupó por el reloj o el teléfono.

Costo: $2,500. Sobra decir que sí es la de las fotos (estimo que tendrá unos 27 años [aunque soy malísimo para calcular edades]; es chaparrita, tiene boobies operadas pero agradables al tacto) y es implícito que fue puntual y que llegó y se fue limpia y arreglada. El sexo fue convencional (vaginal, oral con condón) y aunque en mi caso la onda fue predominantemente gfe, el profesionalismo de este chica me hace sospechar que tiene la capacidad de ajustar la intensidad de su trato a las fantasías particulares de cada cliente.

Sam Bigotes