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Recorro con mi boca, cada milímetro de tu cuerpo, con mis labios, con mi lengua, se que mi barba que nunca me dejo crecer, pero tampoco me rasuro a ras te excita mucho, recorro tu cuello, me fascina la forma en que te retuerces cuando lamo con fuerza entre tu cuello y tu hombro. Bajo un poco, recorro tu espalda, te beso mil veces en ella, no queda un sólo rincón sin ser besado, lamido o tiernamente mordisqueado. Bajo un poco más, tus firmes nalgas y su limpio y pequeño orificio son ahora el blanco de mi boca encendida, se que no vas a aguantar mucho más, pero quiero que esto dure más, mucho más, no dices nada y yo se que el silencio también es nuestro cómplice.
Sigo bajando, ahora tus piernas, detrás de la rodilla, un dulce gemido se escapa, así como estas boca abajo comienzo a jugar con mi lengua en medio de tus piernas, no hay duda de que más encendida no podías estar, de un salto te incorporas, en silencio me invitas a seguir comiéndome tu sexo mientras haces lo mismo con el mío.

Yo me lo busqué, esto se ha puesto muy candente, tu vulva está hirviendo, tu clítoris está erguido, toda tú eres un volcán apunto de hacer erupción, aceleras el ritmo con mi pene en tu boca, aprietas mis nalgas, estás alcanzando entre grititos y gemidos la cúspide que tanto anhelabas. No quiero llegar en tu boca, no esta vez, así que salgo de inmediato, comienzo a besarte con toda la pasión que puedo encontrar, con mis manos acaricio todo tu cuerpo, sigo besando tu piel por toda ella, aún estás muy excitada. Con delicadeza vuelvo a bajar al torrente del sensualísimo Río Magdalena,allá por Macondo, sin movimientos bruscos beso estos labios, los mimo, los recorro suavemente con mi lengua, ya estás ardiendo otra vez, no quieres que siga, me quieres dentro de ti, pero yo continúo, mi dulce cómplice. Encima de ti, sinA penetrar, con movimientos firmes, pero sutiles estimulo con mi miembro duro como tronco tu clítoris que llora de sensibilidad, en realidad no hace falta mucho para que llegues nuevamente a la cima, se que ya no puedes más, en dos segundos y tres movimientos vistes a tu cómplice y sin más ordenas: métemelo todo!!!

El abrazo templado de tu sexo hace que yo no quiera ya nada más que reventar, tú te enfrascas en un largo climax, gritas, gimes, te metes mis dedos a la boca, yo sólo pienso que me estás regalando el paraíso, también estoy a punto de explotar y sigo arremetiendo con la cadencia justa para prolongar tu placer lo más posible. En eso sólo siento como un torrente de lava comienza a desbordarse, estoy vaciandome en tí y como pocas veces siento una intensidad que casí quema, y no sólo mi miembro, sino mi cuerpo entero.

La calma llega, sigo en ti, aprisionándome con tus piernas me dices: No se te ocurra salir!!! A mi no se me ocurre otra cosa que besarte, besarte y volverte a besar de la manera más tierna posible, te acaricio, me sonríes, no hay palabras cómplice divina...... no hay palabras, porque ese silencio es nuestra más perfecta señal de gratitud por nuestra mutua complicidad, clandestina si, pero maravillosa.

Te llevo grabada como un tatuaje en el pensamiento, sólo espero que de aquí en adelante sigamos siendo cómplices, de manera un poco distinta tal vez, pero cómplices al fin.