RESEÑA DE MI ENCUENTRO CON JULIÁN (Recomendaciones)
(esta reseña y muchas más pueden leerlas también en mi blog y dejar sus comentarios)
EL MASAJISTA Y LA PÉTITE FOLLE (= LOCA, MALPENSADOS)
Me tuvo un mes a punta de promesas que, hombre al fin, siempre supo romper y dejar intactas a un tiempo.
Por fin este sábado me habló con un tono distinto: determinación.
Ayer lunes, a las 12:30, ambos en punto, se abrió la puerta de un cuarto en el Lua y me encontré ante un gallardo mancebo que no se parecía a lo que me había imaginado, y no era mejor ni peor que el tipo viril de mi previsora mente.
Me recibió con una mirada entre lasciva y sorprendida: esperaba a una mujer voluptuosa y pagada de sí misma y se encontró a una chica sencilla y sonriente que se limitaba a moverse para ser el imán de cuantos hombres rozaran su paso.
Quiso besar mi boca. Lo agradecí y lo negué a un tiempo. Pero me besó... me besó toda o casi toda que es igual, con besos fuertes y ardientes sin llegar a esas lamidas de perro que tanto gustan a otros. Y, chiquita yo, complaciente nena, le pagué sus besos con mis besos hasta probar cada rincón de su firme hombría.
Pero, ¡caramba Anaïs!, que una reseña debiera ser lineal y tú aún estás llegando al cuarto.
Vale, vale... Llegué, me besó y entre sus miradas de macho que sabe lo que vale ante una mujer que se excita sólo de saberse deseada charlamos un rato de temas que teníamos pendientes.
Me interesaba todo cuanto pudiera decirme, pero más me interesaba saber si en realidad era el fenomenal masajista que Fama anunciaba. Él por su parte no disimulaba su deseo... quizá de Anaïs, quizá de averiguar qué era lo cierto de Anaïs.
Así, abruptamente, acomodó los cojines y mi cuerpo. Uncida de aceites, mi piel sintió sus manos expertas pero sin la frialdad del que ha hecho mecánico su oficio. A la vez que daba placer a mi cuerpo provocaba con roces y acercamientos mi deseo sexual.
De pronto, sentí lumbre: su lengua en mis labios, los más húmedos y gruesos, y ante mis otros labios el conjunto maravilloso que se llama "genitales masculinos". Un 69 que me arrancó un par de orgasmos y en el que él tuvo que contenerse ante mi crueldad lingulabial.
Cuando no podía más, el hombre, muy hombre, se puso en preservativo... o más justo es decir que le ayudé a ponérselo y pasó lo que no vale la pena reseñar.
En este oficio no siempre recordamos los nombres de quien nos ha dado placer, pero esta vez lo tengo claro: era el legendario Julián.




