Alguna vez lo presumí, fanfarrón; “yo pago porque puedo…”mientras un aguafiestas moralino; “el sexo pagado es el más caro…” ¿será?
A mis más de 10 años en este bellísimo deporte, que me ha dado todo y de todo, he entendido que al menos para mí, el contratar no se trata sólo de eyacular, limpiarte y dejar la habitación. No, se trata de conocerte, cuidarte, amarte y protegerte. Es un gesto de amor para ti mismo muy puro. Es el consentirte, usar una buena loción, preparar la faena, beber lo que se te antoja, darle un detalle a quien viene a cumplir tus deseos, extremos o no; convencionales o no, acaso una suerte de terapia, decirle a alguien que acabas de conocer cómo te sientes, desnudarte; de todo: prendas, sentimientos, alma desnuda frente a quien no te va a juzgar. Y después de todo eso; escuchas, comprendes, satisfaces, contemplas, te ofreces, disfrutas verla extasiada, te preocupas, deseas y amas. Amas por instantes que, siendo honestos, esa sigue siendo la parte más difícil. Sin embargo, al controlar dicho sentimiento, se vuelve sublime, la endorfina te embriaga, la plenitud te invade, te estás amando y ya controlas ese sentimiento. Qué más decir de las razones del corazón? Salvaje, erótico, indómito, humano, absolutamente humano. Yo, tigrillo, por qué contrato? Sigo sin saber pero a cómo chingados lo disfruto…

(A cada chica que me ha acompañado en este hermoso camino, salud e infinitas gracias)

A coger porque a eso venimos.