PARA TRANQUILIZAR VIRILIDADES: PERVERSIÓN BUCO-SEMINAL, QUE NO MARICONERÍA. (Salud)
Voy a reseñar más abajo acerca del gang bang que en boca de todos anda, pero antes siempre quise ser cura y aún no he retirado mi postulación- debo salvar a las buenas conciencias declarando que yo, sólo yo, he sido el maricón que se ha metido el semen en la lengua según reseña la inefable Anaïs. Mas todo tiene su razón de ser (aunque su Ser mismo termine invariablemente por ser una Sinrazón.) El caso es que, meses ha, yo le había dicho a la Srita. Anaïs que me explicara a qué sabe el semen y de dónde le viene el gusto papilar por semejante simil del engrudo (que mi galana machura me hace comprender el gusto por las mieles uterinas, mas no aquese otro del que tanto gustamos los varones que beban nuestras mujeres, que nuestras son, pues que costillas fueron y encima les pagamos para que lo sean). Ya va viendo el respetable que por Macho no me quedo atrás del resto y todo va cobrando forma, como los procesos (esa cosa de la que se llenan la boca mejor harían en llenársela de semen- científicos, políticos y dirigentes deportivos -sin relación con lo de Macho, que quede claro-). Mas retomo el hilo, que el Quijote no es esto ni Cervantes habría gustado de tan soez asunto: yo le había dicho a la Srta. Anaïs: Oh, dama cruel, tú que eres mi puta preferida y sin embargo me niegas la gratuidad de tus manjares, al menos dime a qué puñetas sabe el semen. Ella me ha respondido que eso, que a puñetas y yo la he mandado a hacer puñetas bajo el juramento de que ya me enteraría y que se lo haría constatar. Pues vale que la historia ha sido simple, pues cuando el caballero PITE convocó al inmesuratum follatuorum me dije ésta es la mía, y participé como narraré en otro post y con franciscana sencillez, pero mi idea era clara, y hacia el final de la inmisericorde cogida que la informe manada de bestias dimos a la gentil damisela, aproveché la confusión de los señores que exprimían las últimas gotas de sus talegos intraóvicos sobre las turgentes pieles y so pretexto de bajar a degustar el multifollado coño me apoderé de cuanto semen pude pillar en la zona del vientre. Y fue ese proteínico elixir el que le coloqué en la lengua. Y cierto es que le dije que aquello era una marranada y que sólo pecadoras de su especie podían merecer el castigo de cogerle gusto.
Aclarado queda, por fin y en nombre de las decentes cuan ponzoñosas musas, quién ha sido el presunto nocivo y peligroso maricón de la peli.
Esto no significa, caballeros, que debáis saturarme el mail con proposiciones impuras.




