La primera es que me recuerda el relato de Elias Canetti en su libro "Masa y poder", donde describe a un pueblo que se reúne una vez al año a orarle a su Dios y a pedirle perdón por las ofensas infringidas (perdón por no dar la referencia específica, pero no tengo el libro a la mano). Miles de peregrinos llegan al lugar a rogar por el perdón, pero también a sabiendas de que Dios bajará a la tierra ese día a reclamar sacrificio humano por los pecados. Y los miles de fieles se van aglomerando paulatinamente en la plaza a orar, algunos hasta el trance. Y van pasando los minutos y horas mientras todos oran conforme la tensión va en aumento, puesto que el momento del sacrificio se acerca. Y es tal el stress que se va a acumulando hasta que alguien, incapaz de soportarlo, estalla en pánico, desatando la reacción colectiva en donde todos quieren huir para no ser quienes tome Dios en sacrificio. Y en la estampida no falta quien caiga y quien sea arrollado y muerto por la loca carrera de los demás. Y conforme la masa va dándose cuenta que algunos han muerto, entonces van calmándose, pues Dios ha bajado y tomado las vidas que reclamaba.
Lo segundo es que la descripción que haces sobre la sugestión e histeria colectiva, que termina convirtiéndose en causa del efecto que temía, no necesariamente podría aplicarse a un pueblo de aire provinciano. Finalmente la gente no es tan tonta. Pero sí, curiosamente, a los mercados financieros, que ante el puro pánico de que venga una debacle, terminan causándola. Y, ahí sí, está la tontería de los mercados, que dejados solos a su suerte, terminan devorándose a sí mismos.
Lo otro que no debe olvidarse es que el culpable de esta crisis mundial tiene nombre y apellido, se llama George W Bush, quien desde el inicio de su gestión apoyó y propició la desregulación de los mercados financieros en donde inventaron fórmulas tan ambiciosas como arriesgadas llamadas mercados de derivados.

Pero sea, así está la cosa.

Saludos cordiales de Nadie.