Y es que puede uno andar aqui y allá, por cien lugares, picando y picando con la alta filosofía del pragmático, que además causa tanto orgullo. Y de pronto te encuentras con la que te doblega, te hace que se desmayen las piernas, y zas¡, sales de órbita: "no que traías brújula, cabrón"¡ te dices. Ya ves al mismo Gonorrea, confesándose la otra vez como un niño.
Hace poco una escort me decía también, "yo no vengo a enamorarme, pero uno nunca debe decir no va a pasar" y me miró arrepentida de lo que acababa de decir. Y mejor seguimos con la acción.
Yo creo que hay que tener claro lo de siempre, clavar y no clavarse, pero saber que esta posibilidad siempre estará presente y hay también que lidiar con ella. Alguna vez, hace como tres años, yo me clavé profundamente con una chica del medio, qué piernas tenía, qué figura, y qué sexo teníamos, me encantaban sus ojos, sus palabras, sus brazos, su carácter, su todo. Quizé tenerla para mi sólo y al mismo tiempo me di cuenta de que no era eso razonable. Sin embargo decidí perderme pero decreté que sólo por tres meses, plazo que cumplí y no la volví a ver. Terminamos con un fuerte encabronamiento de ambos, en deshonrosos episodios de los que me averguenzo, pero no niego lo que sentía y lo que quería. Lo volvería a hacer.
Pero lo importante es saber poner un límite. Creo que volver a verlas, así sea para marcar distancia, no es solución. La única solución es cortar de una vez y para siempre cuando las circunstancias lo marcan. Eso me pasó una vez, tu dices que a ti te pasa siempre, eso sí es preocupante. Tienes que cambiar el programa. Pues hay que gozar, incluso de los riesgos que tomamos, pero como decía Duje Ellington, pasarla mal no está bien.